Ni de AQUI ni de ALLA
Mirando hacia atrás a los últimos 15 años veo que he vivido la mitad de mi vida en otra cultura lo cual me ha puesto entre dos mundos. Después de casarme hace 7 años tuve la oportunidad de vivir en los Estados Unidos por primera vez en mucho tiempo y pude hablar inglés como idioma principal. Llegue a México a los 19 años, realmente era un niño aún. Al regresar a los Estados Unidos, ya como un hombre siete años después, trajo un gran shock cultural.
Es chistoso mirar hacia atrás porque yo me sentía un loco al rendir todo y mudarme a México. No hablaba nada de español. Fue lo más difícil que he hecho en mi vida pero sabía que era el paso correcto. Hubo retos y tiempos de gran soledad, sentimientos de no pertenecer, rechazo, temores pero nada comparado con lo que me esperaba en la gran autopista de la vida en los Estados Unidos. Había perdido amistades y relaciones lo cual es normal después de haber estado lejos por 7 años. Lo que no me esperaba fue que ya no pertenecía donde había nacido. No era mexicano pero mi perspectiva y mis valores habían cambiado. Mi manera de comunicar y entender cambió, y aún se me hacía difícil expresarme en mi lengua natal. Mi shock cultural paso cuando regrese a casa a los Estados Unidos.
No encuentro las palabras para explicarlo, pero el gozo que esperaba al regresar parecía ser más como un océano de pensamientos sin respuestas. Es difícil definirlo o llamarlo por nombre pero hubo un quebranto dentro de mi cuando me di cuenta que ya no pertenecía. No pertenezco ni aquí ni allá pero en algún entremedio.
Perdido en un mundo donde todo debe ser filtrado por la sociedad, donde todos pelean por el Sueño Americano pero a la vez perdidos en el consumismo y en la idea que la persona es definida por lo que tiene y no por quien es. Racismo por doquier. La batalla por meterse en una mejor escuela para obtener un trabajo que paga bien para trabajar duro y poder pagar las deudas de la escuela sin dejar que el matrimonio o la familia (ahora indefinida) se interpongan. ¿La meta? A lo mejor, saldar las deudas estudiantiles y ahorrar dinero para poder comprar la casa, el carro, las vacaciones para un día poder retirase y disfrutar la vida sin darse cuenta que la vida ya se pasó. En los peores casos, todo era una máscara escondida por créditos que realmente no eran reales solo estaban basadas en una identidad superficial.
Obviamente esta es una perspectiva extrema que no es completa pero era lo que mis ojos veían y percibían y estaban completamente abrumados y confundidos al estar más allá de la frontera del norte.
Al otro lado de la frontera había una gran guerra de carteles. Sangre, dinero, abuso de poder todo para ser alguien en la vida. “¿Por qué hacer hoy lo que puedo dejar para mañana?” Relaciones superficiales que nunca van más allá para poder ser honesto con alguien. Siempre juntos pero siempre solos. Soñando el cambio pero el plan por ello y el trabajo que requiere nunca se piensa. Abuso, matriarcado, machismo, pero tan siquiera la familia es importante. Muchos simplemente tomaban para olvidarse de la vida amando el hoy sin pensar en el mañana. Comunicación correcta y a tiempo parecían ser un principio desconocido y cambiar los planes sin ni siquiera tener idea de uno. Yo ofendiendo a todos con una palabra mal puesta o una sencilla mirada que era demasiado honesta para palabras. Yo sintiéndome perdido en un mundo que parecía estar escondido de tras de una máscara más.
Es chistoso mirar hacia atrás. Estos dos mundos separados por un rio que más bien debería ser un océano. El reto más grande estaba por venir. A pesar de enfrentarme con un muro al estar en los Estados Unidos, el puente más grande a cruzar sería regresar con mi nueva esposa. Había dejado los Estados Unidos como un joven encontrando mi camino en México. Pero al regresar a los Estados Unidos comencé a entender quién era yo como hombre. Todos los detalles escondidos en todo lo que me había molestado o aún los detalles que no había notado, no me dejaban ver más allá de mi realidad Americana. Perecía que hacía las cosas de forma opuesta. Todos venían al norte pero nosotros nos mudábamos al sur de la frontera nuevamente.
México era como una isla en el océano sin patria donde conectarse. España tan lejos y los Estados Unidos tan diferentes con su idioma, historia, cultura y aún realidad. Simplemente quería encontrar mi camino otra vez. Caminaba a través del quebranto para hallar gran progreso y perderme para ser encontrado. Regresaba a casa, a México, pero realmente no era casa. Nada había cambiado pero dentro de mi algo sí cambio. ¿El sueño Americano? No. El velo había sido levantado y ahora estábamos entre un bebe y una movida que parecían traer una nueva temporada en nuestras vidas con respuestas que al fin se aparecieron.
No se trata de dónde venimos o a dónde llegamos pero simple y sencillamente quien es Él. No somos de aquí pero nuestros dos hijos, nuestro carro, nuestros animales y nuestros amigos son mexicanos. ¿Mirar hacia el norte? No. Ya no pertenecemos allá pero realmente extrañamos nuestra cultura, nuestro idioma, nuestras familias y amigos. Hemos creado nuestra propia cultura, nuestra propia familia y nuestros propios sueños. Una ciudadanía que literalmente no es de este mundo. Somos como un camaleón que encaja donde quiera que va y nuestros rostros brillan por su gloria. Llevamos dos lenguas, dos realidades pero solo una identidad. Simplemente no pertenecemos. Estamos atorados en el entremedio pero estamos en casa, juntos y con Él. ¡Estamos en Casa!
Nuestra historia es bastante única. El casarse y tener una familia es simplemente una nueva realidad. Podemos aceptar nuestras diferencias, abrazar los retos y cambiar o podemos tratar de unir dos mundos que no se pueden mezclar. “Y se convertirán en una sola carne.” ¡Vivimos la vida extraordinaria! El matrimonio ha sido una de las maneras más grandes donde podemos reflejarle y darle la gloria. Y si, el costo es alto y los retos son diarios. Pero en todo debemos soltar y dejar que Dios haga como Él quiera.